CHOLO PINK, CHOLO POP, CHOLO POWER

(Fragmentos)
Gustavo Buntinx

Pocas cosas unen más a ciertos peruanos que el inquieto deseo de no ser –no parecer– peruanos (si es que la peruanidad existe). Así al menos lo suelen sugerir reiteradas encuestas donde tras las retóricas exaltadas de la identidad nacional asoma el vislumbre de un abismo, que es también una herida. Y una paradoja: comunidades nuevas de sentido, de sentimiento, parecieran articularse en el propio gesto que las deshace. Como una modernidad alterna que canibaliza (re)creativamente los modernismos patéticos de nuestras fallidas modernizaciones provincianas.
Una modernidad subalterna, insubordinada en su metabolización subvertida de íconos y códigos. Como en la carátula de aquel clásico “disco de oro y platino”, publicado en 1985, donde el chichero grupo Maravilla asume como lema y emblema el nombre mestizo de Sarita Colonia (ese rostro místico de la migración andina en la capital), sin por ello dejar de exhibirse con atuendos inspirados en la pobre serie televisiva de Wonder Woman. Los “pitucos de la cumbia peruana” se ofrecen de ese modo como producto “de exportación” para un mercado trasnacional donde lo masivo y vulgar se constituye en la lingua franca de nuestros globalizados tiempos.
"Globo pop" puede así ser el nombre comercial de una barata golosina trasnacional y al mismo tiempo el título artístico de una exposición a su manera altermundista, donde los signos exteriores de diferencia étnica friccionan la rutilancia festiva de formas y colores cosmopolitas. No se trata de una modulación exquisita en el registro sensible de la elegancia, como con algún éxito procuró Reynaldo Luza hace más de medio siglo al introducir el fucsia serrano como CHOLO PINK para el repertorio cromático de la moda europea. La propuesta aquí se relaciona más bien con las despreciadas estrategias populares de la apropiación y de lo inapropiado. Una relación lúdica con la alienación que hace de la alienación misma un discurso –un recurso– de identidad. De identidades en dramática fuga y en regeneración gozosa mediante entrecruzamientos tan desopilantes como incisivos.
El calentamiento global y la estulticia glorificada de Paris Hilton, por ejemplo (hasta el nombre es significativo). O el sueño libertario de Martin Luther King y el (sub)americano de una Green Card pícaramente exhibida por la protagonista de "I Dream of Jeannie", esa ridícula fantasía orientalizante de sumisiones exóticas (con un marido gringo y militar).
El resultado es no sólo una imagen sino sobre todo un estilo culminante para los continuos deambulajes de la expositora en el “laberinto de la choledad” (Guillermo Nugent). Un lenguaje que asimila y transforma los históricos logros del pop achorado para sugerir la posibilidad subversiva de una pulcritud extrema en la insolencia de sus expresiones abiertamente “raciales”.
Un CHOLO POP tanto más incisivo por corporeizarse además en la semblanza vistosamente andina de una pintora denominada Coca, eróticamente travestida –ella también– como Sarita Colonia, como Mujer Maravilla, como Mi Bella Genio. O como una llorosa geisha de manga, con su blanca máscara de polvo de arroz corrida para revelar la incitante oscuridad de la piel de la artífice.
El sexual cruce pictórico que para ella culmina en su carne mestiza fusionada con la del hijo recién nacido, en lo que se anuncia (escribo apurado ante el cuadro aún inconcluso) como un derroche de rutilantes marrones tiernos ("brown is beautiful"). Sin duda hay en estas telas una clave personal e intransferible, que por ello mismo no podrá ser aquí revelada. Pero sobre todas ellas pende la conocida máxima de Mirko Lauer (desconocida por la artífice) que distingue la mera modernización tecnológica de una modernidad que se reivindica como la reproducción de la diferencia.
Una (post)modernidad propia y nueva, tan transgresora de los modelos internacionales como de la convención local. Transgresora incluso de cierta noción de vanguardia establecida desde modelos cosmopolitas y aquí subvertida desde la experiencia más inmediata de lo popular. CHOLO POWER.

Los superpoderes del arte pop

La artista plástica Claudia Coca encarna a poderosas heroínas de la historieta, bellezas silenciosas del anime y santas de la cultura popular en su más reciente muestra individual. Renovando su plástica, afila el discurso del arte pop para compartir su preocupación social
Por Enrique Planas

Claudia Coca es la Mujer Maravilla. Es Sarita Colonia. Es una geisha. Es Bárbara Eden en "Mi bella genio". Es muchos personajes y una sola preocupación: la suerte del planeta que nos han dado para habitar. En "Globo Pop", la muestra que Coca inaugura hoy en la galería Vértice de San Isidro, la artista se disfraza para tomar la forma de diferentes íconos populares, y ha plasmado en sí misma el irónico ideario de los maestros Andy Warhol o Roy Lichtenstein: ampliar la definición de objeto artístico y explorar desde una perspectiva irónica la iconografía de la cultura popular.
"Son muchísimas las razones para abordar el pop --confiesa Claudia--, pero la principal es la comunicación con el público. Me parece que el pop es el lenguaje más contemporáneo, más fácil de absorber por la gente. Es un arma para expresar lo que quiero decir", señala. "Ahora trato de buscar un lenguaje masivo. Trabajar el pop como un arma visual es algo muy coherente con mi obra. Creo que una obra de arte maneja los procesos de cambio de una sociedad y tiene que hacerte reflexionar", afirma.
EL DESCUBRIMIENTO DEL CÓMIC
Claudia confiesa que buena parte de los virajes que ha experimentado su obra se explican por la más gratuita casualidad. "Empecé a pintar autorretratos porque me invitaron a una muestra colectiva de ese género. Anteriormente nunca me había hecho uno, pero desde entonces arrancó el tema en mi trabajo. ¿Cómo es que sigo haciendo autorretrato? Lo uso siempre como una herramienta. Soy yo la que cuenta las cosas. Escenifico lo que veo, como si diera un testimonio. Creo mucho en el poder de lo testimonial. Para mí, la pintura es como un escenario para mostrarme", señala la artista
Y la casualidad también tiene mucho que ver con su descubrimiento de las posibilidades del cómic. Profesora de diseño en un instituto limeño, Claudia aprende las últimas tendencias del cómic de sus más jóvenes alumnos. "De ellos recojo sus gustos, busco qué hay en su cultura visual". Y lo que encontró fue la fuerza del actual cómic estadounidense y el manga japonés.
Así, si Lichtenstein creó la ilusión de trasladar la técnica del fotograbado, como antiguamente se imprimían los cómics, al lienzo, Coca busca imitar la actual impresión offset de la historieta contemporánea, busca una capa pareja, plana y perfecta del modelo original. Algo que --confiesa-- es muy difícil y laborioso de obtener en pintura. Con su retrato como Mujer Maravilla, por ejemplo, Coca habla de los odios abiertamente ventilados en el mundo, desde el 11 de setiembre y, cómo no, de la intervención de Estados Unidos en Iraq. Es por ello que una sufriente superheroína se pregunta: "¿Porqué nos odian tanto", al igual que millones de estadounidenses ajenos al desastre producido por la política exterior de su actual presidente.
Y cómo no, la huella del anime también es evidente: "Veo mucho anime, y algo que puede apreciarse es la presencia muy fuerte de una sensibilidad de posguerra, siempre con el recuerdo colectivo de Hiroshima y Nagasaki", recuerda. Es por ello que el cuadro donde aparece ataviada y maquillada como geisha se titula "Lluvia negra", como llamaban a las precipitaciones radiactivas sobre estas ciudades inmediatamente después de la explosión de la bomba de hidrógeno en 1952.
Cada personaje asumido por Coca explora esa irónica, pero también dolorosa mirada al mundo. No es gratuito que casi todas las heroínas del cómic no puedan contener sus melodramáticas lágrimas. Mujer Maravilla, Sarita Colonia, Mi Bella Genio, Claudia Coca encarna todos esos personajes y, al final de la muestra, se presenta ella sin disfraz, en un cuadro donde aparece con el pequeño Leandro, lienzo que, como explica la artista, firma la muestra. "Todas esas preocupaciones, al fin y al cabo, son por él", admite.